sábado, 31 de marzo de 2012

Querido...


Hoy he intentado escribirte algo, pero ha sido imposible.
A veces el vocabulario tiene deficiencias, huecos imposibles de llenar.
Se me caen las vocales al hablar, son palabras mutiladas las que se me escapan,
los paréntesis no ayudan, y todo suena a lo mismo:
Bla, bla, bla…
Hoy es uno de esos días en los que debería guardar silencio pues mis palabras no alcanzan su belleza, pero no puedo, mi interior grita, mis palabras resurgen con fuerza, igual que mis recuerdos, y mi tristeza, esa que acallaba con engaños infantiles a mi corazón. Y es que a veces tengo la sensación de que mis palabras son aves que emigran de un lugar a otro de mi ser para adaptarse al clima de mis sentimientos.

Cuando me pongo delante de la pantalla sobre la cama, me quedo en blanco, entonces cierro los ojos y busco detrás de los párpados. Busco letras pero no encuentro palabras, y es que escribir delante de una pantalla me sigue pareciendo artificial, frío, debo de ser una chica clásica a la que le gusta el olor a tinta de mi boli Bic (aunque no mi letra con ella)
Dicen que la imaginación siempre escribe historias bonitas, así que procuro dejar esparcidas todas mis ideas sobre la alfombra, rebuscando en ellas no encuentro certezas, tan sólo intuyo el camino, y parece ser que no quedan más que bombillas rotas esta noche.
Espejos, silencios, razones que se quedan colgando como siempre. Y aparece un abismo que se abre en mi corazón cuando no consigo expresar lo que siento con las palabras adecuadas, aunque estén ahí, esperando a que las tome entre mis dedos y te las ofrezca.

Entonces siento desde la nuca que me arrancan las ideas y me sonríen desde arriba.
En estos momentos suelo buscar una canción que recubra cada parte de mi cerebro y no paro de escribir mientras dure la canción, poniéndole banda sonora a estos momentos. Así que voy preparando la música para que las palabras fluyan con naturalidad, esas son las mejores siempre.
Quizás lo hago para no dar importancia a lo que siento, darle otro registro a mi voz, o para envolverme de algo que no me deje escuchar mis pensamientos. En medio de todo esto, de nuevo mi corazón se llena, mis ojos vibran y mis manos sienten la necesidad de hacer una melodía con las letras del teclado, como quien recupera una vieja adicción.
Busco en el interior del cajón de las buenas costumbres y sólo hallo humedecidas las metáforas que antes me acunaban, están ahí, latentes, silenciosas y esperando a que pase la corriente, ahí es cuando me arranco el corazón y lo deposito sobre la palma de tu mano para que lo veas latir.
¿Acaso me tiene que preocupar? Después de todo, siento que vivo en un videojuego de los 80, y nadie debe comprometerse en un juego si no sabe como jugar. Nadie debe querer a una persona si no se tienen agallas, y menos cuando hay algo luminiscente que debe abrirse paso. Nunca abandoné los extremos, soy incapaz de volverme templada, me gusta la gente sólo cuando es de verdad, aunque también es cierto que las mentiras siempre dan pistas de por donde irán los tiros mañana.
Ya ves, son demasiados años y pocas cosas que me llegan, pero entre ellas te encuentras, aprendí a levantarme rápido y olvidé ponerme pomada en las cicatrices.
Son 26 años que a veces me parecen siglos, y otras sin embargo, segundos. A los 16 ya tenía 90 y ahora estoy volviendo de nuevo para atrás. Por eso tengo que confesarte que a veces no quiero ni verme, no me soporto, me daría dos tortas y cambiaría esta cara tan expresiva que tengo. Pero dicen que puede más la maña que la fuerza, y yo pienso ser más lista que tú, Maldita Rutina, pues también pienso que las lunas llenas dependen de las ganas, y como siempre es más atractiva la ilusión, pienso que tampoco hay que contarlo todo. Porque sino todo se irá apagando, y a su vez mostrando lo que realmente había escondido. Felicidad agónicamente puntual entre destellos de limpia luz espontánea, pues donde la luz es más brillante, las sombras son más oscuras. Todo ello compartiendo página con la suplicante decadencia del dolor, con el ocaso de la verdad oculta.
Yo ya he perdido el miedo a volar, aunque parece ser que tengo prohibido el cielo. ¿Prohibiciones? ¿Y qué es eso? ¿Desde cuándo se obedece lo prohibido? Así que me digo a mí misma No lo pienses, hazlo!
Después de todo, saber construir y reconstruir emociones, y no desecharlas en ruinas abandonadas siempre ha sido uno de nuestros platos fuertes.

Y yo no quiero convertirme en la chica de los ojos oscuros, mirada fría y sonrisa amarga, quiero acertar de pleno en el punto G de mi diana, pidiendo socorro a besos. Mañana los cardenales tan solo serán mis ojeras. Y es que no puedo sólo escribirte, ni hablarte, y las miradas no bastan, nada es suficiente cuando revuelves de esa manera el decorado de mis interiores. Te llevo adherido a mis recuerdos y aunque mis piernas sostienen muchas dudas, también lo hacen con muchos deseos.

Besos desde el sueño.

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